Cuando de medir el clima laboral se trata, inevitablemente llegarás con frecuencia a una variable crucial: las expectativas laborales de los colaboradores. Y ésta podría ser la variable más determinante de todas. ¡Sigue leyendo!

 

Expectativas laborales: positivas y negativas

El equilibrio entre expectativas laborales y bienestar en el trabajo es algo reconocido, estudiado y confirmado en numerosos estudios. Esto va de la mano con otros factores, como variables sociodemográficas, experiencias previas y la personalidad del colaborador en términos de optimismo y pesimismo. En resumen, a mejores condiciones de vida objetivas, mejores expectativas laborales. Sin embargo, también parece que expectativas demasiado altas pueden complicar nuestra capacidad para sentirnos felices, dependiendo en gran medida de nuestra disposición optimista o pesimista.  Diversos estudios sugieren que las expectativas negativas de futuro nos hacen sentir infelices en el presente, mientras que las expectativas positivas nos generan felicidad.

 

En cuanto a las expectativas laborales, ¿cuáles son? En términos generales, podemos identificar tres grandes áreas alrededor de las cuales giran expectativas laborales más específicas, actuando como fuentes frecuentes de motivación y compromiso.

 

Expectativas básicas

Se refiere a los aspectos más fundamentales y materiales que nos impulsan a levantarnos temprano. Cualquier colaborador espera recibir una remuneración suficiente para alimentarse a sí mismo y a su familia. También es crucial poder compartir esas comidas con la familia, haciendo alusión a políticas de conciliación.

 

Expectativas de progreso

La segunda de las expectativas laborales es la de «aprender y progresar». Esto es el primer factor de felicidad para las generaciones jóvenes (X, millennials y Z), con toda la lógica, ya que las expectativas se proyectan hacia el futuro, mientras que los boomers, están más cerca del retiro.

 

Expectativas de crecimiento

En torno al tema de la realización y la pasión, se articula la idea de mejorar como profesionales, es decir, en el ejercicio de nuestra profesión, oficio o habilidades. Nos referimos a ese impulso casi irracional de «hacer las cosas mejor».

 

Y, ¿qué pasa con las expectativas de la organización?

¿Alguien las tiene en cuenta? Están entre el deseo de «que todo siga como está», esto se entiende como: con una rotación moderada y sin desastres, y la noción de que hay que trabajar en las realidades objetivas y la motivación para obtener resultados. Para empezar, debemos comprender qué espera el empleado de la organización y luego aprender a gestionar esas aspiraciones para armonizarlas con nuestras realidades y proyectos organizacionales. ¿Que si es una tarea extensa y desafiante? Muy cierto, pero al final, se espera lograr colaboradores felices, leales, eficientes y productivos.

 

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